Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÑA



Comentario

Capítulo VII


86 De las muy grandes crueldades que se hacían el día del dios del fuego y del dios del agua; y de una esterilidad que hubo en que no llovió en cuatro años

87 Otro día de fiesta en algunas partes y pueblos, como Tlacuba, Cuyuacan [y] Azcapuzalco, levantaban un gran palo rollizo de hasta diez brazas de largo, y hacían un ídolo de semillas, y envuelto y atado con papeles poníanle encima de aquella viga; y la víspera de la fiesta levantaban este árbol, que digo con aquel ídolo, y bailaban todo el día a la redonda de él; y aquel día por la mañana tomaban algunos esclavos y otros que tenían cautivos de guerra, y traíanlos atados de pies y manos, y echábanlos en un gran fuego para esta crueldad aparejado, y no los dejando acabar de quemar, no por piedad, sino porque el género de tormento fuese mayor; porque luego los sacrificaban y sacaban los corazones, y a la tarde echaban la viga en tierra y trabajaban mucho por haber parte de aquél ídolo para comer; porque creían que con aquello se harían valientes para pelear. Otro día era dedicado al dios del fuego, o al mismo fuego a el cual tenían y adoraban por dios, y no de los menores, que era general por todas partes; este día tomaban uno de los cautivos en la guerra y vestíanle de las vestiduras y ropas del dios del fuego, y bailaba a reverencia de aquel dios, y sacrificábanle a él y a los demás que tenían presos de guerra; pero mucho más es de espantar de lo que particularmente hacían aquí en Coauhtitlan, adonde esto escribo, que todo lo general, adonde parece que se mostraba el demonio más cruel que en otras partes. Una víspera de una fiesta en Coauhtitlan, levantaban seis grandes árboles como mástiles de naos con sus escaleras; y en esta vigilia cruel, y el día muy más cruel también, degollaban dos mujeres esclavas en lo alto encima de las gradas, delante el altar de los ídolos, y allí arriba las desollaban todo el cuerpo y el rostro, y sacábanles las canillas de los muslos; y el día por la mañana, dos indios principales vestíanse los cueros, y los rostros también como máscaras, y tomaban en las manos las canillas, en cada mano la suya, y muy paso a paso bajaban bramando, que parecían bestias encarnizadas; y en los patios abajo gran muchedumbre de gente, todos como espantados, decían: "ya vienen nuestros dioses; ya vienen nuestros dioses". Allegados abajo comenzaban a tañer sus atabales, y a los así vestidos ponían a cada uno sobre las espaldas mucho papel, no plegado sino cosido en ala, que habría obra de cuatrocientos pliegos; y ponían a cada uno una codorniz ya sacrificada y desollada, y atábansela a el bezo que tenía horadado; y de esta manera bailaban estos dos, delante los cuales mucha gente sacrificaba y ofrecían muy muchas codornices, que también era para ellas día de muerte; y sacrificadas, echábanselas delante, y eran tantas que cubrían el suelo por do iban, porque pasan de ocho mil codornices las que aquel día ofrecían, porque todos tenían mucho cuidado de las buscar para esta fiesta, a la cual iban desde México y de otros muchos pueblos. Allegado el mediodía cogían todas las codornices, y repartíanlas por los ministros de los templos y por los señores y principales, y los vestidos no hacían sino bailar todo el día.

88 Hacíase este mismo día otra mayor y nunca oída crueldad y era que en aquellos seis palos que la víspera de la fiesta habían levantado, en lo alto ataban y aspaban seis hombres cautivos en la guerra, y estaban debajo a la redonda más de dos mil muchachos y hombres con sus arcos y flechas, y éstos, en bajándose los que habían subido a los atar a los cautivos, disparaban en ellos las saetas como lluvia; y asaetados y medio muertos subían de presto a los desatar y dejábanlos caer de aquella altura, y del gran golpe que daban, se quebrantaban y molían los huesos todos del cuerpo; y luego les daban la tercera muerte sacrificándolos y sacándolos los corazones; y arrastrándolos desviábanlos de allí, y degollábanlos, y cortábanlos las cabezas, y dábanlas a los ministros de los ídolos; y los cuerpos llevábanlos como carneros para los comer los señores y principales. Otro día con aquel nefando convite hacían también fiesta, y con gran regocijo bailaban todos.

89 Una vez en el año, cuando el maíz estaba salido de obra de un palmo, en los pueblos que había señores principales, que a su casa llamaban palacio, sacrificaban un niño y una niña de edad de hasta tres o cuatro años; éstos no eran esclavos, sino hijos de principales, y este sacrificio se hacía en un monte en reverencia de un ídolo que decían que era el dios del agua y que les daba la pluvia, y cuando había falta de agua la pedían a este ídolo. A estos niños inocentes no les sacaban el corazón, sino degollábanlos, y envueltos en mantas poníanlos en una caja de piedra como lucillo antiguo, y dejábanlos así por la honra de aquel ídolo, a quien ellos tenían por muy principal dios, y su principal templo y casa era en Tezcuco, juntamente con los dioses de México, éste estaba a la mano derecha, y los de México a la mano izquierda; y ambos altares estaban levantados sobre una cepa, y tenía cada tres sobrados, a los cuales yo fui a ver algunas veces. Estos templos fueron los más altos y mayores de toda la tierra, y más que los de México.

90 El día de atemuytle ponían muchos papeles pintados, y llevábanlos a los templos de los demonios, y ponían también ulli que es una goma de un árbol que se cría en tierra caliente, del cual punzándole salen unas gotas blancas, y ayúntanlo uno con otro, que es cosa que luego se cuaja y para negro, casi como pez blanda; y de éste hacen las pelotas con que juegan los indios, que saltan más que las pelotas de viento de Castilla, y son del mismo tamaño, y un poco más prietas; aunque son mucho más pesadas. Las de esta tierra, corren y saltan tanto que parece que traen azogue dentro de sí. De este ulli usaban mucho ofrecer a los demonios, así en papeles que quemándolo corrían unas gotas negras, y éstas caían sobre papeles, y aquellos papeles con aquellas gotas, y otros con gotas de sangre, ofrecíanlo a el demonio y también ponían de aquel ulli en los carillos a los ídolos, y algunos tenían dos y tres dedos de costra sobre el rostro, y ellos feos, parecían bien figuras del demonio, sucias y feas y hediondas. Este día se ayuntaban los parientes y amigos a llevar comida, que comían en las casas y patios del demonio. En México este mismo día salían y llevaban en una barca muy pequeña un niño y una niña, y en medio del agua de la gran laguna los ofrecían al demonio, y allí los sumergían con la acalli o barca, y los que los llevaban se volvían en otras barcas mayores.

91 Cuando el maíz estaba a la rodilla, para un día repartían y echaban pecho, de que compraban cuatro niños esclavos de edad de cinco o seis años, y sacrificábanlos a Tlaloc, dios del agua, poniéndolos en una cueva, y cerrábanla hasta otro año que hacían lo mismo. Este cruel sacrificio tuvo principio de un tiempo que estuvo cuatro años que no llovió y apenas quedó cosa verde en el campo, y por aplacar el demonio del agua, su dios Tlaloc, y porque lloviese, le ofrecían aquellos cuatro niños. Estos ministros de estos sacrificios eran los mayores sacerdotes y de más dignidad entre los indios; criaban sus cabellos a manera de nazarenos, y como nunca los cortaban ni peinaban y ellos andaban mucho tiempo negro y los cabellos muy largos y sucios, parecían a el demonio. A aquellos cabellos grandes llamaban nopapa, y de allí les quedó a los españoles llamar a estos ministros papas, pudiendo con mayor verdad llamarlos crueles verdugos del demonio.

92 Uey-Tezozthi. Este día era cuando el maíz estaba ya grande hasta la cinta. Entonces cada uno cogía de sus maizales algunas cañas, y envueltas en mantas, delante de aquellas cañas, ofrecían comida y atuli, que es un brebaje que hacen de la masa del maíz, y es espesa y también ofrecían copalli, que es género de incienso que corre de un árbol, el cual en cierto tiempo del año punzan para que salga y corra aquel licor, y ponen debajo o en el mismo árbol atadas unas pencas de maguey, que adelante se dirá lo que es y hay bien que decir de él; y allí cae y se cuajan unos panes de manera de la jibia de los plateros; hácese de este copalli envuelto con aceite muy buena trementina; los árboles que lo llevan son graciosos y hermosos de vista y de buen color: tienen la hoja muy menuda. Críase en tierra caliente en lugar alto a do goce de aire. Algunos dicen que este copalli es mirra probatísima. Volviendo a la ofrenda digo: que toda junta a la tarde la llevaban a los templos de los demonios y bailábanle toda la noche porque les guardase los maizales.

93 Tititlh. Este día y otro con sus noches bailaban todos a el demonio y le sacrificaban muchos cautivos presos en las guerras de los pueblos de muy lejos, que según decían los mexicanos algunas provincias tenían cerca de sí de enemigos y de guerra, como Tlaxcala y Huejuzinco, que más lo tenían para ejercitarse en la guerra y tener cerca de dónde haber cautivos para sacrificar, que no por pelear y acabarlos; aunque los otros también decían lo mismo de los mexicanos y que de ellos prendían y sacrificaban tantos, como los otros de ellos. Otras provincias había lejos, donde a tiempos, o una vez en el año, hacían guerra y salían capitanías ordenadas a esto; y de éstas era una la provincia o reino de Michuachanpanco, que ahora los españoles llaman Pánuco; de estos cautivos sacrificaban aquel día, y no de los más cercanos, ni tampoco esclavos.